A veces en la vida se pasa mal. Y es inevitable.

Se elija el camino que se elija, hay momentos malos, cuellos de botella por los que pasar. Por más que se siga esa corazonada interior que te indica por dónde seguir, habrá baches, dudarás de ti mismo, maldecirás la situación en la que estás, a la pandemia mundial que no te permite hacer esto o lo otro, que limita tu felicidad, tu dinero, tu salud, la de los demás.

Pero si no es una cosa, será otra. Pasarás por situaciones malas hagas lo que hagas, tengas lo que tengas, hayas seguido o no a esa guía sabia que llevamos dentro…

Porque, realmente, esos gurús iluminados, esos maestros espirituales que parecen estar tranquilos como una línea recta, también pasan por malos momentos. La diferencia entre ellos y el resto es el grado de tolerancia a “pasarlo mal”.

  • Primero, ellos no magnifican lo mal que lo están pasando en su cabeza como nosotros tendemos a hacer (por falta de control mental).
  • Segundo, ellos entienden que la vida es un océano de olas que vienen y van: a veces traerá cosas buenas y, a veces, menos buenas, pero saben que venga lo que venga, pasará. No se regodean en el drama de “¡Oh, no! He perdido la oportunidad de mi vida”.

Sobre perder la oportunidad de una vida: en la vida no hay UNA oportunidad, hay MILES. Al igual que no hay UN amor en la vida, hay MILES posibles. No sé a quién se le ocurrió restringir el número a “1”. Entiendo que puedas tener una cafetería favorita, pero si la cierran, ¿crees que serías incapaz de encontrar, a lo largo de tu vida, otra?

En nuestra cultura, se tolera “malamente” el pasarlo mal.

Queremos que todo sea bienestar y sensaciones agradables (por eso, tal propensión al consumismo) y cuando llegan momentos difíciles nos arrepentimos de las decisiones tomadas como si, por pasarlo mal, el universo nos estuviera diciendo que, en algún momento, elegimos mal: “Debería haber cogido el otro trabajo”, “Debería haberme ido a vivir fuera antes”, etc.

'Ya que lo vas a pasar mal sí o sí, al menos, pásalo mal por lo que has elegido tú y no por lo que ha elegido otro por ti' Clic para tuitear

La realidad es dura. También es preciosa. Puede traer momentos espectaculares, de disfrute, picos de felicidad que, a veces, incluso abruman. Pero la realidad también tiene aristas, lados que se te clavan en el lumbar y no, no es agradable. A lo largo de la vida las relaciones se rompen, se reconstruyen, se dejan ir, saludas para luego despedirte, nos decepcionan, decepcionamos, dudamos, volvemos a confiar, creamos ideales que luego se pinchan, subimos, bajamos, planeamos ir al norte, acabamos en el sur…

La vida es impredecible. No hay fórmulas mágicas. No hay personas que puedan vivir la vida por nosotros ni elegir lo que es mejor para nosotros. Esa tarea da miedo, pero es nuestra. Madurar significa hacerla nuestra.

Pasarlo mal, lo vas a pasar mal, entonces, como decía Jim Carrey en el discurso de graduación para la universidad Maharishi, ya que lo vas a pasar mal sí o sí, al menos, pásalo mal por lo que has elegido tú y no por lo que ha elegido otro por ti, sea tu madre, tu padre, un maestro, tu pareja…

Te puedes apoyar en los demás, claro, y además es necesario -en tus amigos, en tu familia, en tu terapeuta…-, en quien quieras. Pero solo es eso, un apoyo. El impulso te lo tienes que dar tú.

Quéjate todo lo que quieras.

Excúsate todo lo que quieras. Llora todo lo que quieras. Pero entiende que avanzar no es cómodo. Las circunstancias que vivimos, a veces, no son cómodas. Pero, aún desde esa incomodidad, debemos darnos una oportunidad para VIVIR.

Vivir no es sobrevivir. Vivir no es actuar por inercia. No es decir frases hechas sin apenas reflexionar sobre lo que se está diciendo. No es escuchar a medias o estar a medio gas haciendo una tarea. No es replicar la opinión de un medio o una televisión sin construir tu propia perspectiva sobre las cosas. No es decir “me siento como una m*****” y sustituir las cosas que te vendrían bien para estar mejor (lo que es el self-care) por placeres efímeros que solo te anestesian un rato. No es morirte de envidia y, al mismo tiempo, negarte aquello que querrías para ti diciéndote “yo no puedo tener eso”.

Vivir no es contentarse con lo que se tiene. Y aquí no me refiero a no agradecer lo que se tiene. Agradecer lo que se tiene en cada momento, por más pequeño que sea, es uno de los primeros gestos de voluntad hacia construir una relación más sana con nosotros mismos. Si despreciamos lo que tenemos, ¿acaso no estamos despreciándonos a nosotros mismos?

Vivir no es basar las decisiones en el MIEDO.

El miedo siempre intentará mantenerte en la zona de confort, en lo conocido, en esa caja de zapatos limitada desde la que es imposible crecer ni descubrir tu fuerza, el que te dice “no, mejor no hagas eso que podrías hacer el ridículo” o “no estás preparado. Vas a fracasar”… Si ya te marcarán los límites otros o las circunstancias, ¿por qué ponértelos tú mismo antes, incluso, de haber empezado? Da un paso hacia adelante y piensa, ¿qué es lo peor que podría pasar?

La vida es riesgo.

Incluso no decidir o quedarte dónde estás implica un riesgo. La mayoría de las veces, cuando analizas por qué te da miedo hacer algo, te das cuenta de que no es el fracaso en sí mismo lo que te da miedo, sino lo que pensarán de ti si fracasas. Es la vergüenza que hay detrás del fracaso lo que bloque a más personas.

'Conocernos a nosotros mismos, darnos la oportunidad de conocer lo que somos capaces de hacer, conlleva el riesgo de vivir. Y vivir da miedo.' Clic para tuitear

Pero si te guías en la vida por lo que los demás dirán de ti, entonces es que aún no estás experimentando, de verdad, lo que es estar vivo.

Es como en aquella época lejana en la que tu vida dependía de tu tribu y rebelarte contra ella significaba acabar aislado y exento de su protección, es decir, tener más probabilidad de acabar muerto. A día de hoy, esa búsqueda inconsciente de “protección” es la que nos hace actuar como un rebaño limitado por un redil. Pero en nuestra realidad actual, el sacrificio de ir más allá no es tan alto como cuando vivíamos en pequeñas comunidades. Quien te quiere y quiere lo mejor para ti, te apoyará independientemente del camino que elijas. Y si te deja de querer por el camino elegido, quizá es que tenías que dejarlo marchar.

Ahora mismo, la situación mundial es incómoda.

Y no quiero aquí extenderme demasiado sobre el tema porque creo que ya se habla mucho de ello. Pero creo que sí es importante entender que la incomodidad, esa tensión interior que a veces sentimos, es inevitable cuando queremos explorar nuestro potencial. Descubrir nuestra fuerza interior nos enfrenta a nuestros demonios, esos enanos interiores que se despiertan en las situaciones más difíciles o cuando vivimos algo que nos activa programaciones del pasado.

No es un camino fácil, me dijo mi padre una vez. Conocernos a nosotros mismos, darnos la oportunidad de conocer lo que somos capaces de hacer, conlleva el riesgo de vivir. Y vivir da miedo.

Vivir es ser conscientes de nuestras taras y bloqueos, de lo heredado del entorno y de las personas que nos vieron crecer, de las excusas que nos ponemos para cortar nuestras propias alas… Vivir es darnos la oportunidad de descubrir lo que es mejor para nosotros e ir a por ello, aceptando que dudaremos una y otra vez de las elecciones tomadas y que ya no podremos culpar a los demás del resultado de nuestras decisiones.

Y aquí dejo las reflexiones de hoy. Os mando un abrazo fuerte a todos. Espero que estéis lo mejor posible y, por favor, recordar que este, mi blog, es un espacio desde el que podéis expresaros con total apertura 🎈:

solo sintiéndonos vulnerables, encontraremos nuestra propia fuerza.

Yo intento hacer ese ejercicio, conmigo misma y con los demás, cada día y os invito a vosotros a hacerlo. Cuesta, pero es liberador. Permítete sentir, sea lo que sea lo que sientas, y sé comprensivo contigo mismo. Y si necesitas quejarte, quéjate, pero luego convierte ese queja en acción para liberarte de ella.

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Y a ti, ¿qué miedo te está frenando?

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